Aleramo’s dream

Moncalvo

 

 

La historia de Moncalvo, que Vittorio Amedeo III de Saboya concedió en 1774 el título de ciudad, está atada a la del castillo que surgió en lo alto de la colina, fue protagonista de asedios, destrucciones y reconstrucciones. Mansión del marqués de Monferrato, mantiene las altas murallas del siglo XIV que pertenecían a la antigua fortaleza que fue destruida para que pudiera nacer la plaza del mercado en la que hoy se asoman el Teatro Cívico, la fachada de la antigua Sinagoga y sus pórticos. En los reformados caminos subterráneos se alberga la Bodega del Vino, mientras el foso del castillo acoge el frontón para el juego de balón mano y el juego de pelota con pandero. Las dos iglesias más importantes son: la de San Francisco de estilo gótico lombardo y fue construida en la segunda mitad del siglo XIII, y la iglesia de San Antonio del siglo XVII, sede de la confraternita de los Disciplinanti. En los dos edificios religios se guardan las numerosas telas de Guglielmo Caccia, conocido como “il Moncalvo”, uno de los mayores exponentes del arte del periodo de la Contrarreforma, y de su hija Orsola pintora también, y abadesa del convento de las hermanas Ursulinas fundado por el padre. No hay que olvidar que cada año en la plaza del mercado se celebra la Feria del “Bue Grasso”, con la premiación de los mejores bovinos. Pero el nombre de la ciudad de Moncalvo se conoce sobre todo por la Feria Nacional de la trufa, a donde acuden muchos buscadores de trufas con sus fieles perros sabuesos.